Registro de salida: «Carta náutica “Pascaert vande Eylanden van Canarien”»

Registro de salida

Este término, muy habitual en el argot del mundo de los museos para indicar que las piezas se mueven (del almacén o las salas expositivas hacia otro lado), lo usamos ahora desde el Museo de Historia y Antropología de Tenerife para hacerte llegar digitalmente algunos de sus fondos.
Carta naútica 1

Carta náutica «Pascaert vande Eylanden van Canarien» [12. 2004. 456]

 
 

Las Islas Canarias representadas en la cartografía es el tema que ha servido de guía para que el Museo de Historia y Antropología (MHA), tomando como modelo la primigenia colección depositada por la familia Ahlers -la cual hoy puede contemplarse en la exposición permanente de su sede de la Casa Lercaro-, la fuera completando con otras tantas adquisiciones hasta el punto de conformar un nuevo fondo, todavía hoy no expuesto por falta de espacio. La suma de ambos fondos (el depositado y el propio) ha hecho posible que hoy contemos, tanto en sala como en almacén, con las obras de cartógrafos de la talla de Münster, Nicolás Sansón, Pierre Duval, Tomás López y Leopold von Buch, entre otros, representativos tanto de escuelas como de géneros. Todos ellos están disponibles, tanto para la visita como para la consulta o investigación por especialistas, lo cual viene siendo demandado cada vez con más asiduidad.

De entre los géneros cartográficos mejor representados en la colección, debemos referirnos al de las cartas náuticas, instrumentos de ayuda a la navegación que luego pasaron a convertirse en codiciadas piezas para la recreación estética, y que, junto con los atlas, eran las que más información proporcionaban sobre las Islas Canarias, al ser el Archipiélago una escala obligada en el Océano Atlántico tanto para navegar hacia las indias Occidentales como a las Orientales. Si a Jansz Waghenaert corresponde el honor de ser el pionero en este tipo de publicaciones, conocidas popularmente como “straeestboeck” - término habitualmente traducido como libro de las rutas marítimas o derrotero -, el autor que las popularizó de una manera extraordinaria fue Willem Blaeu, el cual bien pronto se dio cuenta de la necesidad de elaborar cartas de navegación ante la perspectiva del aumento de los viajes comerciales una vez que se iba consolidando el dominio sobre los nuevos territorios descubiertos. “Pascaert vande Eylanden van Canarien” [“Carta marina de las Islas Canarias”] formó parte de aquella obra maestra de Willem Blaeu que llevaba por título Het light der Zee Vaert [Luz de la navegación], concebida en dos partes que se publicaron entre 1608 y 1630 (posteriormente se dio a conocer un tercer volumen), y para cuya elaboración el cartógrafo holandés contó con la colaboración de navegantes, patronos y pilotos, tradición multidisciplinar iniciada en tiempos del descubrimiento de América. Recuérdese si no aquella rareza de Alonso de Chaves, el Quatri partituen cosmographia práctica, y por otro nombre Espejo de navegantes, circa 1492, paradigma del saber dirigido a los pilotos de la Casa de Contratación de Sevilla y que, desde el mundo ibérico, se extendió hacia Europa del Norte.

Esta carta de las Islas Canarias, concebida por Willem Blaeu, presenta la particularidad de que su título se presenta de manera bilingüe -holandés y francés-, equivalencia cuyo origen puede encontrarse en Niruwe Beschrijvinghe ende Caerboeck vande Midlandtsche Zee de Cornelis Claesz (1595), posteriormente traducida al francés (1607-1609), en los tiempos en los que ya se estaba gestando el relevo de Francia como la gran potencia productora de material cartográfico. Asimismo, la carta de Blaeu es reveladora de los grandes cambios que había sufrido la navegación con la representación de dos urcas con timón de codaste o aleta fija vertical ubicado bajo la popa sobresaliente, el cual permitía que la fuerza humana directa se cambiara por un sistema de palancas que movían el mecanismo con mucha más eficacia y control de las maniobras. Igualmente, la incorporación de vela latina, casi triangular, de origen árabe - al lado de la tradicional vela cuadrada, de origen mediterráneo -, permitía mayor capacidad de maniobra y la “navegación de bolina”, esto es, la navegación con vientos contrarios.

La carta de Blaeu, la cual reza en su cartela que “representa visualmente la verdadera situación de las costas y puertos señalados e igualmente como se alejan unas de otras según sus recorridos reales, distancias y elevaciones del polo”, es deudora de los portulanos bajomedievales, pues solo los topónimos alusivos a los lugares donde era posible fondear, con sus diferentes profundidades, son registrados en la misma: “Gerrachico” (Garachico), “La ramale” (El Ramal), “Orotame” (La Orotava), “C. de Navis” (Caleta de Naos), “Punte de Nago” (Punta de Anaga) y Santa Cruz, en Tenerife, y el área del Puerto de la Luz, en “Canaria”.

“Pascaert vande Eylanden van Canarien”, de Willem Blaeu, es paradigmática del género de las cartas náuticas que forman parte de la colección de cartografía del MHA, y, por extensión, de la evolución de las “arrumbadas”, como popularmente se conocía a estos instrumentos de navegación desde el siglo XIII.