Museos de Tenerife Naturaleza y arquitecturaMuseos de Tenerife Naturaleza y arquitecturaMuseos de Tenerife Naturaleza y arquitecturaMuseos de Tenerife Naturaleza y arquitectura
  • Inicio
  • Museos
    • Presentación
    • Historia
    • Museo Arqueológico
    • Museo Ciencias Naturales
    • Instituto Canario de Bioantropología
    • Alquiler de espacios
  • Visitas
  • Educación
  • Exposiciones
    • Permanentes
    • Temporales
    • Planos del museo
  • Actividades
  • Amigos
  • Colecciones
    • Arqueología
    • Ciencias Naturales
    • Cibercarabus
  • Publicaciones
    • Publicaciones digitalizadas
    • Otros contenidos digitales
    • Revistas
      • Canarias Arqueológica
      • Vieraea
    • Artículos de divulgación
  • Agenda

MUSEOS DE TENERIFE

NATURALEZA Y ARQUEOLOGÍA

LA CIENCIA Y EL COSMOS

HISTORIA Y ANTROPOLOGÍA

CENTRO DE DOCUMENTACIÓN DE CANARIAS Y AMÉRICA

CUEVA DEL VIENTO

  • SELECCIONE MUSEO
  • MUSEOS DE TENERIFE
  • NATURALEZA Y ARQUEOLOGÍA
  • LA CIENCIA Y EL COSMOS
  • HISTORIA Y ANTROPOLOGÍA
  • CENTRO DE DOCUMENTACIÓN DE CANARIAS Y AMÉRICA
  • CUEVA DEL VIENTO

Artículo de opinión: «Asedio», por Fátima Hernández

  • Inicio
  • Noticias Artículo de opinión
  • Artículo de opinión: «Asedio», por Fátima Hernández
29 marzo, 2017

Temor manifiesto rezumaba por doquier en aquellas jornadas que parecieren eternas, donde se barruntaba lo que acontecería y no había lugar para calcorrear. Aún las recordamos, sí a ellas –las muy ladinas- más peligrosas que ir cautivo en gurapas, derrochando altanería, paseando arrogancia, firmes y decididas, burlándonos, prestas a combate, sin amollarse, en posición de ataque inminente para los que sufríamos su permanente asedio. Mirábanles a ellos (lea vuecencia a nosotros) que, atemorizados, ni siquiera atrevíamos a dar paso al frente para afufarlas, por miedo a reacción que su actitud causare en nuestros fornidos cuerpos. Temblábamos como incautos y hallándonos presos de inmovilidad, roídos por los nervios, no holgábamos a nuestras anchas, pues es bien sabido que descanso necesitáramos después de tanto marinear en el maritornar. En nuestras manos, agarrando con fuerza, portábamos gruesos estoperoles, cuerdas de cáñamo y enhiestos palos con los que pensábamos hacerles frente siguiendo la voz del cómitre. Ellas, colocábanse prietas, unas con otras, haciendo que mostraban sonrisa y enseñando dientes despacio, mientras realizaban maniobras en cercanía, dirigidas por la cabecilla que organizaba con cierto caos el grupo. Hasta los más bisoños, en la oscuridad, tropezando con mareaje, nos dábamos órdenes en lengua malina, con nuestra jerigonza. 

Baste decir que, en tocando hombros, asegurábamos estar vivos, a sabiendas que ellas querían arrebatarnos a toda costa la vitualla, la escasa vitualla disponible para tan solo algunas horas más… Llevábamos días en situación de gran crudeza, tiempo que parecía no tocar fin, pues hubiéremos de estar vigilando constantemente el agua que, sellada en barricas, empezaba a desprender hedor nauseabundo aunque estuviese lejos de los jardines e impidiéndonos garlar de nuestras cosas como fuese menester. El tocino hallábase picado por moho y el bizcocho -que el bueno del galeno obligaba a comer a los enfermos de delirios de la mar– plagado de gusanos, que eliminábamos con fuerte manotazo. Hacíamos turnos de tres en tres, pues número menor sería peligroso y daría ventaja a nuestras adversarias. En ocasiones, por dolor, cansancio y ánimos debilitados, notábanse los más gallardos (obligados a pilotear) cómo gotas de sudor recorrían sus cuerpos, enrojecidos por la tensión, pareciendo rígidos estandartes, pues señalábase la musculatura como lección anatómica.

Pláceme narrar que, por entonces, para infundir consuelo en la desesperación, durante vigilias, cuando se recrudecían las peleas, entonábamos viejas romanzas –aprendidas en oscuras tabernas de sorna y descaro, hartos de embuciar mufla– al tiempo que, entre violentos bandazos por fuerte mano, mojados por salitre empujado por maestral, aniquilábamos de manera lacerante las que podíamos (no muchas, doy fe de ello), golpeándolas sin piedad en las cabezas, hasta quedar como mazamorra y provocarles el óbito entre gemidos estertóreos, a la par que chorros de sangre viscosa manchaba los jirones de nuestros sucios apretados. Sí, aún recordamos cuando morían las más ancianas y cómo juntábamos sus cadáveres cerca de los bandines. Pardiós, exhaustos estamos… llegó a gritar el pañolero la mañana en que, con pesar, él mismo comprobó que cuatro gatos y siete papagayos, por los que sentía gran cariño, destinados a noble de la Corte, pariente del Oidor de Audiencias, D. Diego García de Palacio, famoso escribiente de una Instrucción Náutica fechada en 1587, habían perecido, desgarrados sin piedad por las más lozanas, y –horrorizado- describió al grupo de unas cincuenta, alborozadas, devorando sus cadáveres e impidiéndole acercarse para evitar sufrimiento de los pobres animales con golpe certero, pues mirábanle con desparpajo a la cara.

Deben saber vuestras mercedes que los alguaciles tuvieron noticias de hurtos de comida, tan frecuentes que ni siquiera los más avezados podían facer las labores habituales dispuestas por el contramaestre. Infierno, estaribel, era la palabra que describía aquello, zozobra de la que no creímos sobrevivir… Cada vez eran más y nosotros, su Señoría, menos poderosos. La visión del continente –aquella mañana soleada-, como si navegáramos al pajaril, abrió halo de esperanza en nuestros corazones. Quizá todo acabase pronto, prometiendo que, en llegando sanos y salvos a puerto, todo lo escribiríamos, sin dejar ningún detalle para olvido y así supieren hijos y nietos, o todos aquellos que quisieren leerlo y sosegarse con estas letras de sufridos y a la par soñaran aventurarse como bravoneles, como sesudos varones de garnacha en largas singladuras, sí, sí… que supieren lo que bien podría ocurrirles… buscando nuevos horizontes en la Mar Océana.

Epílogo.- Según relatan los estudiosos (caso de Moreno Cebrián, 1989), muchos problemas se podían presentar en las flotas y galeones de Indias, en relación a los viajes de ultramar, destacando –entre otros que sería largo detallar relacionados con la salubridad a bordo – las plagas de ratas…

Uno de los casos más llamativos fue el narrado por Antonio Vázquez de Espinosa, fraile carmelita que dedicó parte de su vida a recorrer las Indias occidentales -a principios del siglo XVII- y cuya obra más representativa «Compendio y Descripción  de las Indias» permaneció inédita hasta el siglo XX. Durante la navegación de varios meses entre Veracruz y Cádiz (junio-noviembre de 1622), su navío fue asaltado (tomado literalmente) por una plaga de ratas (que se inició en Trujillo). Durante la escala en La Habana aniquilaron miles de ellas, pero al iniciar de nuevo la singladura se reprodujeron -en tal cantidad- que iban horadando las maderas, facilitando que entrara agua, con el daño que esto suponía. Muertas de hambre, atacaban ferozmente a los hombres para robar toda la comida disponible a bordo (que tampoco era mucha): bizcocho, tocino, tasajo, quesos, frutos secos, agua… Fue tal la voracidad que se llegaron a comer –incluso- algunos papagayos y gatos, animales que viajaban a  bordo y que iban destinados a ser entregados como dádiva en la Corte (según costumbre de época). Este suceso fue narrado al llegar al puerto español, por una tripulación que sobrevivió de milagro a estos… ¡malditos roedores!

Dra. Fátima Hernández Martín

Directora del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife

 

BUSCAR

ETIQUETAS

  • MUNA
  • Tenerife
  • MuseosDeTenerife
  • museo
  • Ciencias Naturales
  • Museos de Tenerife
  • canarias
  • fotografía
  • arqueología
  • publicaciones
  • jazz
  • vieraea
  • Islas Canarias
  • música
  • naturaleza

BUSCAR

SUSCRÍBETE A NUESTRO BOLETÍN

Recibe semanalmente todas nuestras novedades

Logo mediano
  • Portal de Transparencia

  • Convocatoria de empleo público

  • Subvenciones/2024

Área administrativa

  • Perfil del contratante
  • Procedimientos que se tramitan en el OAMC
  • Derecho de Acceso a la información pública
  • Normativa y Formularios
  • Solicitud de Acceso a información pública
  • Registro de actividades de tratamiento de datos de carácter personal
  • Recursos Humanos
  • Tablón de anuncios
  • Factura electrónica (.docx)
  • Validez de documentos electrónicos (.docx)

Información legal

  • Aviso legal
  • Privacidad y protección de datos
  • Política de Cookies
  • Accesibilidad

Contacta

  • Contactar
  • Mapa web
© 2006 - 2023 Museos de Tenerife. Todos los derechos reservados
Redimensionar fuente
Contraste
Accessibility by WAH
Gestionar el Consentimiento de las Cookies
Utilizamos cookies para optimizar nuestro sitio web y nuestro servicio.
Funcional Siempre activo
El almacenamiento o acceso técnico es estrictamente necesario para el propósito legítimo de permitir el uso de un servicio específico explícitamente solicitado por el abonado o usuario, o con el único propósito de llevar a cabo la transmisión de una comunicación a través de una red de comunicaciones electrónicas.
Preferencias
El almacenamiento o acceso técnico es necesario para la finalidad legítima de almacenar preferencias no solicitadas por el abonado o usuario.
Estadísticas
El almacenamiento o acceso técnico que es utilizado exclusivamente con fines estadísticos. El almacenamiento o acceso técnico que es utilizado exclusivamente con fines estadísticos anónimos. Sin una requerimiento, el cumplimiento voluntario por parte de su proveedor de servicios de Internet, o los registros adicionales de un tercero, la información almacenada o recuperada sólo para este propósito no se puede utilizar para identificarlo.
Marketing
El almacenamiento o acceso técnico es necesario para crear perfiles de usuario para enviar publicidad, o para rastrear al usuario en un sitio web o en varios sitios web con fines de marketing similares.
  • Administrar opciones
  • Gestionar los servicios
  • Gestionar {vendor_count} proveedores
  • Leer más sobre estos propósitos
Ver preferencias
  • {title}
  • {title}
  • {title}