Separar la paja del centeno V: «El árbol»

Separar la paja del centeno

 
 

El árbol


En esta actividad el relato y la noticia falsa cobran protagonismo; pero su finalidad es meramente lúdica y educativa –y más en los tiempos que corren–, siendo su único propósito el entretenimiento, despertar la imaginación y el espíritu crítico. Aprender a discernir lo que es real frente a lo que no y, sobre todo, separar la paja del centeno (o grano).

Contempla la imagen, lee el texto y sigue las instrucciones; porque, a veces, las cosas no son lo que aparentan y quitando el ornamento podrás darte cuenta que subyace otra realidad.

Hubo una vez un árbol de grueso tronco, de recias ramas y de profundas raíces. Se trataba de un árbol esbelto y del que siempre se dijo que era muy especial, pues desde tiempo inmemorial había presentado el mismo aspecto. De ahí que muchos vecinos pensasen que estaba muerto; los que menos. Ya que el resto de la población daba por sentado que tras su imponente presencia se escondía un ser antiguo que los protegía. Y esta fue la razón por la que jamás nadie osó talarlo.

Los más ancianos del lugar decían que siempre había estado allí y que su origen se perdía en un lugar donde el recuerdo y la imaginación hacían juegos de manos. Además, si te atrevías a acercar el oído a su tronco –lo suficiente como para evitar que tu oreja se manchase con la capa de polvo añejo que lo cubría– podrías escuchar el murmullo del tiempo. El resonar de miles y miles de horas, con sus correspondientes minutos y sus correspondientes segundos…

Por aquellas fechas, las gentes que solían acercarse a este portento de la naturaleza le pedían solo aquello que éste les podía ofrecer: tiempo. Horas para concluir una tarea, minutos para estar con un ser querido, quizá segundos para evitar un desastre. En fin, que para el asombro de muchos y el consuelo de muchos más, el árbol solitario de la plaza terminó por convertirse en una atracción que traspasó los límites municipales; manifestando un poder de convocatoria inusitada, pues a la vera de su imponente presencia concurrían gentes de todos los rincones de la isla.

Y así sucedió siempre hasta el fatídico día en que su majestuosa silueta se vio quebrada por el peso de miles de lastimosos recuerdos. Pues el árbol que te otorgaba tiempo solo pedía a cambio una penosa remembranza tuya. El justo precio por aquello que no quisieras volver a revivir.

Ahora, hagamos un ejercicio mental, extrayendo el elemento “absurdo” de esta instantánea e intentando dar respuesta a las siguientes preguntas (busca ayuda si lo estimas necesario):

  1. ¿En qué lugar crees que se desarrolla la trama?
  2. ¿Reconoces algún elemento arquitectónicos singular?
  3. Comparando la imagen con otra de la actualidad ¿qué elementos del paisaje se mantienen a día de hoy?
  4. Aun así, ¿notas el paso del tiempo? ¿en qué aspectos?
  5. A tenor de la situación singular que actualmente vivimos, ¿encuentras algún vinculo visual con esta imagen del pasado?

Acto seguido, introduce de nuevo el elemento “absurdo”, contesta a las mismas preguntas planteadas, dejando volar tu imaginación.

Ya tienes los ingredientes básicos para crear dos historias: una basada en hechos verídicos y contrastados, frente a otra donde la inventiva cobra protagonismo.

Déjanos la propuesta que quieras y comenta las que vayan apareciendo, generando (si se puede) un debate virtual.

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