Solución a Ciencia encriptada: «Una pesca pelágica accidental que dejó a la comunidad científica con la boca abierta»

Ciencia Encriptada

 
 

«Una pesca pelágica accidental que dejó a la comunidad científica con la boca abierta»


El tiburón boquiancho o boquiabierto (Megachasma pelagios; del griego Mega: grande; chasma: boca abierta, y pelagios: brazo o extensión de mar), constituye una de las tres únicas especies de tiburones filtradores conocidas en la actualidad y que, hasta 1976 –fecha en la que se capturó el primer ejemplar, un macho adulto de unos cuatro metros y medio y 750 kg.- permaneció totalmente desconocida para la comunidad científica [1]. De forma casual, este primer espécimen descubierto quedó atrapado en uno de los paracaídas submarinos que funcionaban a modo de ancla en el buque de la armada estadounidense AFB-14, que realizaba prospecciones científicas con finalidad militar a unos 40 km millas de la costa de Kāneʻohe, Hawaii.

La tripulación que desempeñaba las labores de investigación bajo un proyecto perteneciente al Naval Undersea Center (Centro Submarino Naval) de los EEUU -actualmente dependiente del Naval Information Warfare Center Pacific-, fueron rápidamente conscientes de la rareza del ejemplar, y procedieron a conservarlo y trasladarlo a puerto hasta que pudo ser analizado por el ictiólogo Leighton R. Taylor. Ante la evidencia de que se trataba de una nueva especie aún no descrita, el Dr. Taylor aplicó los habituales métodos de conservación al pez, fijándolo en formalina y conservándolo en alcohol. Se estudiaron algunos órganos internos -intestinos, músculo, hígado, neurocráneo- y se extrajeron muestras de dientes y piel para su análisis estructural al microscopio electrónico. Finalmente, unos siete años después de la captura y sin tener datos de ningún otro ejemplar durante todo ese tiempo, Taylor y sus colaboradores se decidieron a describir la especie en base al único animal disponible.

A diferencia de lo ocurrido con otras especies de insólito y tardío descubrimiento –véase el caso del celacanto («El caso de un animal vivo procedente del Cretácico que terminó disecado en un museo»), resulta aún más raro este hecho al tratarse de una especie de tamaño considerable y hábitos relativamente superficiales. La respuesta parece hallarse en los pocos efectivos poblacionales de los que dispone esta particular especie. Poco después de su descripción apareció un segundo ejemplar, y hasta este momento, es presumible que exista un escaso número a nivel mundial, habiéndose registrado menos de 100 avistamientos en todo el mundo. A pesar de ello, presenta una distribución cosmopolita, y los últimos estudios moleculares afirman que no existe una estructura genética entre sus poblaciones a lo largo y ancho del planeta, sugiriendo una estructura panmíctica al estar todos los ejemplares en hipotético contacto reproductivo [2]. Debido a su hábitat y modo de vida, puede verse especialmente asociado a zonas del océano consideradas de alta actividad biológica y en las que existe una gran producción primaria generada por procesos oceanográficos bien conocidos por la ciencia marina [3].

En la actualidad, la comunidad científica ha podido recabar escasos datos de su morfología, distribución, comportamiento y genética. Se sabe que habita en las zonas tropicales y subtropicales de todas las zonas abiertas de los océanos, pudiendo encontrarse desde la superficie hasta los primeros 600 metros de profundidad, aunque generalmente lo hace entre los 120 y 166 m [4]. Los machos pueden alcanzar los 5,5 metros de longitud, siendo las hembras algo mayores en tamaño -hasta 7 metros-.

Presenta un cuerpo robusto, que se va estrechando progresivamente hacia la cola, dándole un aspecto de renacuajo gigante. La cabeza es grande con un rostro extremadamente corto, culminando en una boca ancha y terminal y mandíbulas enormes y protusibles, llenas de numerosos y pequeños dientes. En vista general, destacan sus dos aletas dorsales, relativamente bajas y angulares, así como sus pectorales largas y estrechas. La aleta caudal es heterocerca, con un lóbulo ventral corto [5].

En referencia a los aspectos reproductivos, los insuficientes datos de los que se disponen solo permiten asegurar que se trata de un pez ovovivíparo, en el que los embriones en formación se alimentan del saco vitelino y, una vez agotado éste, de otros óvulos generados por la madre -oofagia- [6] hasta el momento de su nacimiento, midiendo casi dos metros en el instante del parto. Los machos alcanzan su madurez sexual a los cuatro metros de longitud.

Como ya hemos apuntado, es un animal filtrador, característica bastante extraña en el extenso grupo que conforman los tiburones. Sus principales presas la constituyen pequeños animales del zooplancton, principalmente eufausiáceos, copépodos y medusas [7]. Aunque nunca ha sido observado su comportamiento mientras se alimenta, estudios basados en la estructura del área del cartílago ceratohial del cráneo apuntan a que lo hace mediante una filtración por acometida [8], similar a la que presenta el tiburón peregrino (Cetorhinus maximus). Sería ésta, por tanto, la única especie de tiburón actual con la que comparte este tipo de metodología alimenticia, muy eficaz para la captura de presas de pequeño tamaño -la filtración por succión, propia del tiburón ballena (Rhincodon typus) parece resultar más eficaz para peces con algo más de movilidad-.

El análisis de su esqueleto, musculatura y aletas han demostrado que la presencia de una gran cantidad de segmentos en los cartílagos radiales, unido a unas pectorales altamente elástica y fuertemente articuladas, dotan a este tiburón de un gran control dinámico de la elevación, permitiéndoles una natación estable a baja velocidad, que es la que aparentemente desarrolla la mayor parte del tiempo. Nos encontramos por tanto ante un depredador de movimiento lento que engulle mediante filtración directa los pequeños organismos del plancton oceánico.

En definitiva, un pez grande, voluminoso, parsimonioso y de hábitos relativamente superficiales que, increíblemente, consiguió pasar desapercibido, al igual que el celacanto, hasta bien entrado el siglo XX. Para finalizar toca hacer algo de reflexión, y algunas de las preguntas que se generan están relacionadas con la conservación de la biodiversidad en general, y de este tiburón en particular. ¿Estamos presenciando el ocaso de esta especie? ¿Acabará contribuyendo a ello la excesiva presión ambiental en los sistemas pelágicos de todos los océanos?

Autor: Alejandro de Vera Hernández, conservador de Biología Marina del MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología

Foto 1. Holotipo de Megachasma pelagios en el momento de llegada a puerto (1976), enganchado a la grúa para su descarga en tierra. Fuente: Proceedings of the California Academy of Sciences, 43 (1983).
Foto 2. Imagen en vivo durante la natación del tiburón boquiancho. Fuente: https://chondrichthyes.fandom.com/
Foto 3. Tiburón boquiancho capturado en Kahuku Point, Oahu (Hawai), en enero de 2002. Fuente: Pattarajit Kaewnuratchadasorn / Taiwan Fish Database.

BIBLIOGRAFÍA

  1. Taylor, L.R.; L. J. V. Compagno & P.J. Struhsaker (1983). Megamouth – a new species, genus, and family of lamnoid shark (Megachasma pelagios, family Megachasmidae) from the Hawaiian Islands. Proceedings of the California Academy of Sciences, 43 (8): 87–110.
  2. Liu, S., S.J. Joung, C.J. Yu, H.H. Hsu, W.P. Tsai & K.M. Liu (2018). Genetic diversity and connectivity of the megamouth shark (Megachasma pelagios). Peer J, 6: e4432.
  3. Castillo-Géniz, JL, AI Ocampo-Torres, K Shimada, CK Rigsby & AC Nicholas (2019). Tiburón bocudo juvenil, Megachasma pelagios, capturado en la costa del Pacífico de México, y su relevancia para la diversidad de los peces condrictios en México. Ciencias Marinas, 38(2): 467–474.
  4. Ebert, D.A. (2003). Sharks, rays and chimaeras of California. California Natural History Guides No. 71. University of California Press. 284 p.
  5. Compagno, L. J. V. (1984). FAO Species Catalogue. Vol. 4. Sharks of the world. An annotated and illustrated catalogue of shark species known to date. Part 1 - Hexanchiformes to Lamniformes. FAO Fish. Synop. 125(4/1):1-249. Rome, FAO.
  6. Dulvy, N.K. & J.D. Reynolds, 1997. Evolutionary transitions among egg-laying, live-bearing and maternal inputs in sharks and rays. Proc. R. Soc. Lond., Ser. B: Biol. Sci. 264:1309-1315.
  7. Last, P.R. and J.D. Stevens (1994). Sharks and rays of Australia. CSIRO, Australia. 513 p.
  8. Tomita, T., K. Sato, K. Suda, J. Kawauchi & K. Nakaya (2011). Feeding of the megamouth shark (Pisces: Lamniformes: Megachasmidae) predicted by its hyoid arch: A biomechanical approach. J. Morphol., 272: 513-524.
  9. Tomita, T., S. Tanaka, K. Sato & K. Nakaya (2014). Pectoral fin of the megamouth shark: skeletal and muscular systems, skin histology, and functional morphology. PloS one, 9(1), e86205.