Registro de salida: «Árbol genealógico»

Registro de salida

Este término, muy habitual en el argot del mundo de los museos para indicar que las piezas se mueven (del almacén o las salas expositivas hacia otro lado), lo usamos ahora desde el Museo de Historia y Antropología de Tenerife para hacerte llegar digitalmente algunos de sus fondos.
 
 

Hoy: Árbol genealógico [12. 2004. 464]


En el año 2004, y mediante procedimiento de compra, pasó a formar parte de la colección bibliográfica y documental del Museo de Historia y Antropología de Tenerife (MHA) el fondo Gutiérrez de Salamanca, así denominado por su anterior titular.

El fondo en cuestión, compuesto por documentos de diferente naturaleza entre los que se encuentran vínculos y mayorazgos, antecedentes de nobleza y árboles genealógicos, encaja a la perfección dentro del amplio espectro de archivos familiares históricos conservados en el Museo, tal es el caso de los fondos Lercaro, Cabrera-Renshaw o Beautell, todos ellos conformados entre los siglos XVIII y XIX (de ahí la prevalencia de la letra del tipo humanística), pero con constantes alusiones retrospectivas a documentos redactados durante los siglos XVI y XVII que ayudaban a engrandecer el prestigio social y económico de la familia correspondiente. Es por ello que, a las consabidas partidas bautismales, repartimientos de tierras y fundaciones de mayorazgos, el archivo Gutiérrez de Salamanca denota una particular predilección por los árboles genealógicos de familias directa o indirectamente vinculadas a ella, véase los Méndes, Alarcón, Ascanio, Machado, Bétancourt, Ponte, Saviñón y Anchieta.

Precisamente el árbol genealógico de don José Antonio Miranda que ahora nos ocupa está vinculado a la Casa de Anchieta integrada por ascendientes y descendientes del celebérrimo evangelizador del Brasil, el padre jesuita José de Anchieta. Eso, al menos, es lo que nos cuenta Alejandro Cioranescu en su estudio “La familia Anchieta en Tenerife”, publicado en los números 129 - 130 de la Revista de Historia Canaria correspondiente a enero - junio de 1960. En efecto, el capitán José Antonio Miranda Spínola, quien da su nombre al árbol genealógico en cuestión, casó en 1706 con Magdalena Ángela de Anchieta Suazo, descendiente esta última de otro Anchieta popular en la sociedad tinerfeña del siglo XVI, Juan de Anchieta, escribano público y hermano del evangelizador. El escribano Juan de Anchieta tuvo por padre a Juan de Anchieta “el viejo”, primer miembro de la familia que, procedente de la villa de Azpeitia, se afincó en Tenerife en torno a 1525, ejerciendo ya en 1527 como fiscal del Tribunal de la Inquisición y, a partir de 1532, como jurado y regidor de la isla de Tenerife; igualmente, además del de notario ya referido, desempeñó el cargo de fiscal de la Inquisición.

Es también el mencionado Cioranescu quien nos pone tras la pista de un viaje realizado por Juan de Anchieta “el viejo” a la corte, en concreto en 1537, donde consiguió una autorización mediante Real Cédula para hacerse acreedor de un repartimiento tierra por ser nuevo poblador y descender de una familia de antiguos criados de los Reyes. Tal pedazo de tierra estaba situado “junto al canal del Concejo”, formando un rectángulo de cien pies de frente y doscientos “de cumplido”, esto es, de lateral. Sin embargo, Anchieta no hizo uso de este repartimiento en vida, siendo su viuda, Mencía Díaz de Clavijo, quien solicitó que le fuera confirmado tan atractivo repartimiento por parte del Cabildo de la Isla en 1544. Aún hoy no queda claro que el solar descrito sea el que en la actualidad alberga la popular Casa Anchieta, hoy en fase de rehabilitación con el objetivo de que se convierta en un museo dedicado a la memoria del taumaturgo del Brasil.

El árbol genealógico de José Antonio Miranda es uno de los muchos documentos de esta tipología que integran el fondo Gutiérrez de Salamanca y, por extensión, el archivo familiar con connotaciones históricas que ha ido conformando el MHA a lo largo de los años. Una colección de archivos particulares creados por las familias más arriba citadas que, desde luego, no responden a una casualidad. Al contrario, se deben a un intento de rescatar unos orígenes que siempre tenían que ser vinculados a un pasado glorioso que pudiera justificar un no menos esplendoroso presente. En este sentido, la Genealogía encontró en el árbol genealógico -un documento de enorme atractivo no solo conceptual sino también visual- al elemento simbólico definitivo.