Registro de salida: «Rollo de pianola»

Registro de salida

Este término, muy habitual en el argot del mundo de los museos para indicar que las piezas se mueven (del almacén o las salas expositivas hacia otro lado), lo usamos ahora desde el Museo de Historia y Antropología de Tenerife para hacerte llegar digitalmente algunos de sus fondos.





Hoy: Rollo de pianola [23. 2021. 057]


Hace unas cuantas publicaciones atrás, una pianola de entre 1905 y 1930 fue la protagonista de la sección REGISTRO DE SALIDA en su entrega número 18. Ya en aquel entonces se hizo alusión al más de medio centenar de rollos de pianola originales que, en buen estado, habían pasado a formar parte de la colección del Museo de Historia y Antropología de Tenerife junto con ese tipo de piano, conocido por la reproducción automática de música gracias a los mencionados cilindros de papel perforado y su mecanismo interno. Se trata, exactamente, de 73 rollos en sus respectivas cajas (de fabricación británica, americana y también española) para el disfrute de variados estilos musicales.

El rollo de pianola elegido para este registro (cuyas medidas, enrollado en su caja, son de 31.5 x 5 cm) fue distribuido por la empresa americana QRS y reproduce varios fragmentos de la conocida ópera La Boheme de Puccini (Favorite Strains from La Boheme), interpretados por Ed.M.Persell. Extendido, ocupa más de 12 metros de partitura perforada y nada más abrir su caja, al tirar de la anilla que engancha en el cilindro de la pianola, puede leerse la advertencia de la casa fabricante sobre que el rollo contiene la reproducción e interpretación exacta del virtuoso cuyo nombre aparece en la etiqueta. De hecho, la propia caja indica que forma parte de una serie que QRS editó con los autógrafos de los propios músicos.

En la misma época en la que la pianola se popularizó en determinados ambientes domésticos y públicos, los fabricantes de fonógrafos y gramófonos competían por reproducir música con la más alta fidelidad. Y en ese contexto, la pianola hacía magia: lejos de tener que imitar fielmente un sonido, directamente con su sistema neumático y las perforaciones de los rollos, se hacía sonar un instrumento real. Además, el rollo permitía tanto que la pieza musical fuera interpretada fantasmagóricamente sin ayuda de intérprete (aunque de manera anodina), como daba margen a que la persona que tocara la pieza grabada en el rollo de la pianola pudiera gestionar virtuosamente determinados parámetros de la interpretación. Quizás por eso era habitual escuchar la pregunta ¿Tocan a mano o es pianola?

Los rollos de pianola se fabricaban a partir de una matriz elaborada por un escriba encargado de trasladar al papel los valores musicales y la duración de los mismos. El tiempo, alegretto en el caso de este rollo, se representaba con una línea, a veces roja y otras veces azul; y la dinámica, referida a la intensidad del sonido, se representaba mediante una línea discontinua de puntos. Así, tal como afirman muchos autores, de la misma forma que la pianola es una mezcla entre el instrumento de interpretación y el aparato reproductor, el rollo de pianola se sitúa como soporte a medio camino entre la partitura y la grabación. Cada rollo, a partir de principios del siglo XX, tras una convención en Búffalo (EEUU) en la que se acuerda un nuevo estándar universal, contaba con 88 perforaciones, una por cada tecla de pianola. Pero las hubo anteriormente de 65.

Una vez manufacturada la matriz original había que agujerear, con maza de madera y taladro de acero, cada una de las notas sobre una plancha de zinc, para poder picar a la vez hasta seis rollos de papel. Con la introducción de las máquinas para la perforación de las copias, esta labor pudo realizarse con más precisión que manualmente. Tras este paso, se encolaba parte del rollo en el cilindro o alma del rollo, que podía ser de madera o de resina negra, como en el caso que nos ocupa. Antes de enrollar, había que incorporar las anotaciones para la interpretación de la pieza. De lo contrario sonaría monótono y sin color. A continuación, con unas tijeras especiales, se cortaba el que sería el comienzo del rollo y se colocaba allí el emblema o logo de la empresa fabricante, o el autógrafo del intérprete original. El último paso era colocar la anilla de sujeción para enganchar el rollo al cilindro de la pianola.

En la popularización de este tipo de piano y sus rollos influyó la publicidad gráfica. El análisis de la que se conserva, saca a la luz determinadas connotaciones fruto de los contextos culturales de la época. La mayor parte de las veces quien toca la pianola en esos carteles publicitarios es una mujer, en entornos burgueses y, en muchas ocasiones, ante la presencia de un hombre, de pie y a veces tras ella, que disfruta del talento musical femenino como habilidad que en el imaginario de la época debía tener la esposa ideal. La publicidad colaboraba a fortalecer unos roles de género en los que la masculinidad entraba en relación con la mecánica del propio instrumento y la feminidad con el virtuosismo de tocar delicadamente, sin necesidad de estudios previos, con la ayuda de los rollos. No obstante, también eran habituales los carteles publicitarios en los que, tanto el instrumento como sus rollos, eran los protagonistas, o anuncios en tiempos de guerra en los que la familia, acompañada por la música emanada de los rollos perforados, esperaba el regreso del frente de maridos o hermanos.

Con el tiempo comenzaron a comercializarse distintos tipos de rollos de pianola. El metronómico o arreglado que es concebido para la interacción entre la pianolista y la música, y el rollo registrado para un piano reproductor, destinado a la escucha pasiva y sin margen para que quien interpretara la pieza incorporara matices propuestos en el propio rollo o de cosecha propia. Cada formato de soporte se puso en relación con distintos tipos de música, muchas veces opuestos entre sí. El registrado aquí, por ejemplo, se utilizó más para la reproducción de piezas de música clásica mientras que el metronómico se puso al servicio del ocio y de los nuevos estilos musicales de la época: foxtrot, ragtime… Así, la publicidad sobre los rollos de pianola empezó a cosificar la música, convirtiéndola, por primera vez en la historia, en un objeto físico de consumo de masas.

Nuevos medios de reproducción musical y otros tipos de soporte fueron haciendo caer a la pianola en desuso. Pero sólo es cuestión de tiempo. La obsolescencia nos sigue acechando, aunque ahora más rápido que antes, en un mundo sometido a frenéticos, constantes y programados cambios. Pero la labor digitalizadora de muchas entidades permite disfrutar de la música de los rollos perforados sin la pianola en sí misma, con la inquietud, no obstante, de saber con certeza que los formatos en los que se guardan hoy esas notas musicales digitalizadas, también pasarán pronto de moda.